lunes, 27 de junio de 2011

2...

Observe la imagen por última vez. Tenía que asumirlo, se habían ido y no iban a volver. Sólo pensar en ellos hacía que un dolor profundo me inundase y se me saltaran las lágrimas. Así que está vez no observaba la foto pensando en ellos como las personas que habían sido, como los que me habían dado la vida y cuidado hasta los 16 años de edad; ahora pensaba en su muerte y en el hijo de puta que los mató por una estúpida deuda.
Sabía perfectamente que ellos no iban a volver, pero también sabía que la venganza podría aliviar parte del dolor que por su culpa ahora estaba sufriendo.
Sabía lo que tenía que hacer, no era demasiado difícil y ya tenía experiencia. La primera vez fue hace dos años; estábamos en una fiesta y al salir un conductor borracho arrolló a mi mejor amiga y acto seguido se empotró con una pared. Mi amiga murió casi en el acto, cuando llegó la ambulancia no pudieron hacer nada para salvarla; pero el conductor, sobrevivió pero no debería haberlo hecho. Había matado a mi mejor amiga, mi hermana, una parte de mí. Quizá esa parte de mí que él había matado era también la que anunciaría su fin…. A los pocos días averigüe su nombre gracias a los padres de Alicia. La muerte me acompañó desde ese momento con ese nombre apuntado en su lista, sabía a la perfección lo que iba a ocurrir. Llegué a su habitación y una sonrisa se dibujó en mi cara al entrar, iba a ser más fácil de lo que esperaba. Desenchufé el conducto por el cual le llegaba el oxígeno y le dije estas palabras al oído: “Tu  mataste a una parte de mi ser y mi venganza no podía ser diferente. Adiós dale recuerdos a Alicia si es que ella está en el infierno”  Salí del hospital sigilosamente pero nadie sospechó absolutamente nada.
No volví a ser la misma, lógico. Pero mis padres eran lo único que me quedaba en mi vida. Lo único y ahora ya no estaban. Así que lo tenía todo claro. Sólo tenía que ir a su oficina y matarle. Después me despediría del mundo, aunque bueno no tenía nadie del que despedirme.
Tardé alrededor de una hora en llegar. Tampoco tenía prisa. Subí lentamente las escaleras. Llegué a su despacho, apoyé el oído y no oí nada. Supuse que estaría solo.
Abría la puerta de una patada y allí estaba el asesino de mis padres. Le miré un instante a los ojos y disparé el arma que había robado apenas dos horas antes en la comisaría.
A causa del ruido las demás persona que ocupaban el edificio salieron de sus despachos y se acercaron al lugar donde estábamos. No Me preocupé. Les miré a todos que me observaban con miedo. Me acerqué la pistola a la sien y mi último pensamiento se lo dediqué al mundo en general:


“QUIZA LA VENGANZA NO ALIVIA EL DOLOR, PERO AYUDA A SOBRELLEVARLO”


No hay comentarios:

Publicar un comentario