domingo, 20 de julio de 2014

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Allí donde muere la imaginación nace la frustración. La rabia de no volver a soñar con grandes historias, de no volver a sentir al loco Cheshire hablándote desde la luna con esa sonrisa tonta que permanece en el tiempo, no volver a sonreír a desconocidos esperando alegrarles un mal día, no bailar por la calle sintiéndote como en un videoclip, no vivir en las nubes y soñar en la tierra, no esperar a que tu musa llegue por tu ventana en plena noche para reconfortarte, no pensar en mundo diferentes, no arriesgarse entregando sentimientos en susurros y amor en caricias, no besar en pleno vuelo, no hacer el amor bajo la lluvia, no correr sobre cenizas ardiendo ni caminar sobre el fondo del océano.
Querida imaginación, te escribo desde la oscuridad de la noche, con mis alas heridas de tanto dolor; pero miro por la ventana y Cheshire me sonríe y entiendo que no te has ido del todo, y que necesito que regreses, que mandes a mi musa de vuelta, pues deseo abrazarla y volar junto a ella, hasta llegar al sol, donde podría quedarme, o donde podría cobijarme bajo tu respiración.