45...

Y ahí estaba su reflejo. Inmovil. Esperando a que dijera algo. Su mirada estaba vacía, sin alma. Como ella...
Por fin levantó la cabeza. Estaba palida, parecía desorientada. Intentó sonreír pero en su rostro sólo apareció una mueca de dolor. Se sentía sin fuerzas pero su corazón latía triunfante.
Lo había conseguido...

44...

"Cerrando los ojos se apaga el universo, pequeño telón para escenario tan inmenso"

Volamos sin alas. Luchamos sin fuerza. Besamos sin amor. Escribimos sin imaginación. Pintamos sin colores. Caminamos sin metas...
Paso a paso. Pero sin abrir los ojos. Sin entender el mundo. Así vamos... Y somos conscientes, pero es más fácil caminar a ciegas esperando no tener ningún obstáculo en el camino.
Y entonces llega el día. El día en que sientes la necesidad de abrir los ojos, porque tienes miedo de lo que pasará si sigues luchando a ciegas contra lo que no ves, si sigues levantando la vista sin ver el cielo, si sigues corriendo en línea recta hacia ninguna parte.
Y entiendes por fin que es mejor mirar hacia el frente, abrir los ojos y escoger el camino que de verdad quieres por muy difícil que sea. Por muy duro que te resulte, pues merecerá la pena...

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Según uno de los más grandes filósofos de la historia, y en concreto del mundo antiguo, el placer no otorga la felicidad.
Pues querido Aristóteles, desde el siglo XXI tengo algo que decirte.
Posiblemente no hayas sentido el tacto de la persona que amas acariciándote el pelo, ni hayas sentido lo que siente un artista al crear una gran obra, o simplemente no hayas sentido como el viento agita todo tu cuerpo en lo alto de una montaña. Porque en el fondo son esas pequeñas cosas, las que ocurren cuando no te las esperas, las que nos dan la felicidad. Porque la sabiduría es útil, pero conocer porque en el mundo la gente muere de hambre no te hace más feliz que ayudar a cambiar esta situación por el pequeño placer que sientes al ayudar a las personas.

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El grito nos asemeja a los animales.
Gritamos cuando nos peleamos y queremos demostrar superioridad.
Gritamos cuando queremos implantar algo con autoridad.
Gritamos cuando queremos llamar la atención o cuando tenemos miedo.
Pero también gritamos para reivindicar lo que queremos.
Gritamos para expresar sentimientos.
Gritamos cuando nos sentimos libres o cuando somos felices.
Gritar es un instinto animal, que nos hace más humanos. Por eso simplemente... ¡Gritemos!

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Allí donde muere la imaginación nace la frustración. La rabia de no volver a soñar con grandes historias, de no volver a sentir al loco Cheshire hablándote desde la luna con esa sonrisa tonta que permanece en el tiempo, no volver a sonreír a desconocidos esperando alegrarles un mal día, no bailar por la calle sintiéndote como en un videoclip, no vivir en las nubes y soñar en la tierra, no esperar a que tu musa llegue por tu ventana en plena noche para reconfortarte, no pensar en mundo diferentes, no arriesgarse entregando sentimientos en susurros y amor en caricias, no besar en pleno vuelo, no hacer el amor bajo la lluvia, no correr sobre cenizas ardiendo ni caminar sobre el fondo del océano.
Querida imaginación, te escribo desde la oscuridad de la noche, con mis alas heridas de tanto dolor; pero miro por la ventana y Cheshire me sonríe y entiendo que no te has ido del todo, y que necesito que regreses, que mandes a mi musa de vuelta, pues deseo abrazarla y volar junto a ella, hasta llegar al sol, donde podría quedarme, o donde podría cobijarme bajo tu respiración.