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Según uno de los más grandes filósofos de la historia, y en concreto del mundo antiguo, el placer no otorga la felicidad.
Pues querido Aristóteles, desde el siglo XXI tengo algo que decirte.
Posiblemente no hayas sentido el tacto de la persona que amas acariciándote el pelo, ni hayas sentido lo que siente un artista al crear una gran obra, o simplemente no hayas sentido como el viento agita todo tu cuerpo en lo alto de una montaña. Porque en el fondo son esas pequeñas cosas, las que ocurren cuando no te las esperas, las que nos dan la felicidad. Porque la sabiduría es útil, pero conocer porque en el mundo la gente muere de hambre no te hace más feliz que ayudar a cambiar esta situación por el pequeño placer que sientes al ayudar a las personas.

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El grito nos asemeja a los animales.
Gritamos cuando nos peleamos y queremos demostrar superioridad.
Gritamos cuando queremos implantar algo con autoridad.
Gritamos cuando queremos llamar la atención o cuando tenemos miedo.
Pero también gritamos para reivindicar lo que queremos.
Gritamos para expresar sentimientos.
Gritamos cuando nos sentimos libres o cuando somos felices.
Gritar es un instinto animal, que nos hace más humanos. Por eso simplemente... ¡Gritemos!