sábado, 4 de enero de 2020

53...


Sé que nunca volveré a escuchar tu voz, ni a sentir tus abrazos. Sé que te decepcione, que me levanté orgullosa y la vida me hundió de nuevo, como si no mereciera haber salido. Tu ausencia hizo aflorar de golpe mis recuerdos, y me falló la respiración, quería irme contigo. Necesitaba un solo recuerdo más a tu lado, un recuerdo que no hubiera estropeado por esos falsos pensamientos que me ahogaban lentamente. 
Te sigo echando de menos, quizá nunca lo supere… Te fallé y no pude compensarte ni entregándote un trocito de mí encima de un escenario. No fui capaz de despedirme, tenía miedo…Tengo miedo de las despedidas, de mirarte  fijamente y saber que sería la última vez. Tenía miedo de recordar sólo ese momento, el momento en que te vería rota, a punto de irte. Ese momento en el que mirarías con tu habitual sonrisa y yo sabría que te alegrabas de verme, que no querrías que me fuera nunca. Tenía miedo de verte y quedarme paralizada. Nunca quise despedirme, porque no quería que te fueras.
Fuiste en mi vida una pieza que faltaba. Estabas conmigo en mis primeros recuerdos, pero no estarás en los últimos. Ni me verás llegar a la cima, ni hundirme si eso es lo que me toca. No quise despedirme y me arrepiento, me arrepiento de no haberte demostrado lo mucho que te quería y que te quiero, porque aunque no estés no te has ido; me arrepiento de no haberte dado la mano mientras te ibas, de no haber compartido lo mejor que tengo contigo. A pesar de todo sigo yendo a tu casa con la esperanza de que seas tú quien me abra, de que me eches la bronca por no ir a misa o por no compartir tus ideas, de que me des todos los dulces que has guardado para mí porque sabes que me encantan.
Te echo de menos tía…

52...


Sus ojos pasaban de la ilusión de una niña a la decepción del que lleva años renunciando a sus sueños. Pasaba de la euforia a la depresión en tan sólo días. Tenía miedo de salir corriendo y no volver jamás, aunque lo necesitaba.
Caminaba entre la gente como forzada a vivir, aunque a veces sacaba fuerzas para observar esos pequeños detalles de la vida que le sacaban una sonrisa.
Le gustaba callejear por su ciudad, y sentía miedo al verse sola en lugares desconocidos.
La presencia de gente la tranquilizaba, y la ponía nerviosa.
Mirar al cielo la hacía soñar…y sentirse pequeña.
La libertad que le otorgaba mirar al mar durante horas le era arrebatada por el miedo a esos monstruos fantásticos que habitaban en su cabeza.
Odiaba su pasado, pero le aterrorizaba olvidar.
Algunos días el mundo temblaba ante sus ganas de vivir, pero luego él le devolvía el golpe y apenas le permitía sonreír.
Pasaba de estar segura de quién era a sentir pánico de sus pensamientos.
Despreciaba y añoraba a sus fantasmas, sus monstruos…
Levantaba la vista buscando en los ojos de la gente aquello que a ella le faltaba; pero se sentía vulnerable si alguien leía eso mismo que buscaba en sus propios ojos.
Estando sola se sentía segura… e insegura. Porque nadie podría hacerle daño, pero nadie podría acompañarla en su dolor. Porque así es la soledad…Te mata poco a poco con sentimientos contradictorios. Te abraza cariñosamente hasta dejarte sin respiración, hasta que duele…
Y luchaba día a día contra algo invisible que la acorralaba. Algo invisible que posiblemente naciese de ella misma.
Y amaba la lluvia, y se tapaba la cara con el pelo cuando se sentía avergonzada, y nunca caminaba despacio, y siempre que podía se paraba a contemplar las nubes, y hablaba en voz alta mientras las personas creían que estaba loca…


51...

Y aquí sigo esperando tu llegada como un marinero sin barco, como un pintor sin lienzo, como un soldado sin fusil...Y aquí sigo esperándote observando las olas del mar que traen un suave aroma de lo que eres, observando el cielo que es tan inmenso como el número de personas que te espera, soñando que puedo verte en las nubes, olerte en la naturaleza, sentirte en la gente, oírte en el silencio y saborearte en cada lágrima frustrada. Y aquí sigo esperándote... Libertad.

50...

Y se estremeció con el roce de su mano con su cintura.
Y aguantó las lágrimas.
Y deseó salir corriendo.
Y quiso desaparecer.
Y se sintió indefensa, desprotegida.

Pero él le susurro al oído: "Te voy a querer, pase lo que pase"

Y se tranquilizó.
Y dejó de sentirse sola.
Y sintió que alguien la necesitaba.
Y le miró a los ojos.
Y fugazmente le beso.

49...


Existen personas rotas. De esas a las que miras a los ojos una vez y te basta para saber que no han parado de sufrir. De esas que aguantan las sonrisas para autoconvencerse de lo felices que son. De esas que no duermen, ni sueñan.
Para que digan que no existe la mala suerte. Personas demasiado ingenuas e inocentes. Ilusionadas por todo en la vida. A las que les han roto la ilusión a base de golpes y obstáculos. Y cada vez han tardado más en levantarse, y menos en caerse. Y llega la eterna pregunta. Por qué yo. Y en ese preciso momento ellos mismos dan el golpe de gracia para romperse del todo; su mente les responde “te lo mereces” “eres una mala persona, qué esperabas” , “¿no ves que eres una mierda?”.
Y aunque logren recuperarse siempre les quedará el miedo. ¿Podría aguantar una nueva caída?

48...


Tumbada sobre tu pecho. Es la posición perfecta para escuchar tus latidos. Aunque si sientes muy fuerte igual pueda oírlos sólo con acercarme a tus labios, a tu cuello…

47...


Quizás nunca te vuelva a ver. Quizás nunca vuelva a sentir tus besos recorriendo mi espalda. Quizás tus ojos no me miren como siento que ahora lo hacen.
Quizás nunca recorra ese camino hacia las nubes, hacia el lugar donde sientes que vuelas. Quizás nunca me tire al vacío para sentirme viva. Quizás nunca me equivoque hasta hundirme. Quizás la suerte no me permita aceptar.
Quizás no escuche la dulce melodía de un piano, ni sienta el ritmo creado por un bailarín de claqué, quizá no pueda volar junto a los pájaros, ni dormir en los árboles.
Quizás nunca tenga miedo, ni me sienta sola. Quizás en algún lugar unos brazos me sostengan mientras caigo, y me arropen cando todo este frío y vacío.
Quizás el arte decida darme la mano y llevarme consigo, quizás no; o quizás se presente a ratos en mi ventana con la forma de un hada que me lleve volando a otros mundos donde el horizonte este bañado de luciérnagas que brillen señalando el camino a los caminantes perdidos.
Quizás me guie por una bandera. Quizás las palabras libertad y justicia sean parte de mí. Quizás viva aventuras. Quizás camine entre espesos bosques huyendo de animales salvajes. O quizás decida explorar el fondo de los mares en busca de hermosas sirenas devora hombres.
Quizás debería ser algo más real…

Imagino una gran casa. Un gran jardín. Una gran piscina. Perros y gatos corriendo por todas partes. Y tú…  Tú siendo mi compañero, alguien cercano, alguien real, alguien a quien amar para siempre…Tus ojos reflejarán  lealtad, tus manos servirán de apoyo en los malos momentos y tú serás uno de los pilares de mi vida. El otro será el escenario. Los focos. El público, los aplausos. Seré yo interpretando a personajes ficticios. Y conseguiré que parezcan reales. Y que la gente los ame. Y los sientan…
Seré capaz de correr maratones, de ayudar a personas enfermas, de mantener unida a mi familia. Y reiré a carcajadas siempre que pueda y lloraré cuando me haga falta. Y no me avergonzaré de lo que soy. Y sonreiré al espejo por las mañanas orgullosa de lo que he conseguido. Y…

La alarma del despertador me impide seguir soñando. Otro día. Desearía volver a mi subconsciente. Pero no puedo, no debo. Quizás sea el momento de enfrentarme a la vida. El momento de salir de esta cama para no desear volver a soñar, sino vivir esos sueños.  Pero es tan difícil, nadie me garantiza que merecerá la pena. Nadie me garantiza que no me hundiré. Nadie me garantiza que no voy a perder.

Pero reacciona, porque la sensación que ha tenido en el sueño la necesita en su vida. Necesita ser alguien. Aunque sea paso a paso… Sin atajos… Sólo caminando por ese camino hacia las nubes, para tirarse al vacío sin seguro.