sábado, 4 de enero de 2020

53...


Sé que nunca volveré a escuchar tu voz, ni a sentir tus abrazos. Sé que te decepcione, que me levanté orgullosa y la vida me hundió de nuevo, como si no mereciera haber salido. Tu ausencia hizo aflorar de golpe mis recuerdos, y me falló la respiración, quería irme contigo. Necesitaba un solo recuerdo más a tu lado, un recuerdo que no hubiera estropeado por esos falsos pensamientos que me ahogaban lentamente. 
Te sigo echando de menos, quizá nunca lo supere… Te fallé y no pude compensarte ni entregándote un trocito de mí encima de un escenario. No fui capaz de despedirme, tenía miedo…Tengo miedo de las despedidas, de mirarte  fijamente y saber que sería la última vez. Tenía miedo de recordar sólo ese momento, el momento en que te vería rota, a punto de irte. Ese momento en el que mirarías con tu habitual sonrisa y yo sabría que te alegrabas de verme, que no querrías que me fuera nunca. Tenía miedo de verte y quedarme paralizada. Nunca quise despedirme, porque no quería que te fueras.
Fuiste en mi vida una pieza que faltaba. Estabas conmigo en mis primeros recuerdos, pero no estarás en los últimos. Ni me verás llegar a la cima, ni hundirme si eso es lo que me toca. No quise despedirme y me arrepiento, me arrepiento de no haberte demostrado lo mucho que te quería y que te quiero, porque aunque no estés no te has ido; me arrepiento de no haberte dado la mano mientras te ibas, de no haber compartido lo mejor que tengo contigo. A pesar de todo sigo yendo a tu casa con la esperanza de que seas tú quien me abra, de que me eches la bronca por no ir a misa o por no compartir tus ideas, de que me des todos los dulces que has guardado para mí porque sabes que me encantan.
Te echo de menos tía…

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