sábado, 4 de enero de 2020

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Sus ojos pasaban de la ilusión de una niña a la decepción del que lleva años renunciando a sus sueños. Pasaba de la euforia a la depresión en tan sólo días. Tenía miedo de salir corriendo y no volver jamás, aunque lo necesitaba.
Caminaba entre la gente como forzada a vivir, aunque a veces sacaba fuerzas para observar esos pequeños detalles de la vida que le sacaban una sonrisa.
Le gustaba callejear por su ciudad, y sentía miedo al verse sola en lugares desconocidos.
La presencia de gente la tranquilizaba, y la ponía nerviosa.
Mirar al cielo la hacía soñar…y sentirse pequeña.
La libertad que le otorgaba mirar al mar durante horas le era arrebatada por el miedo a esos monstruos fantásticos que habitaban en su cabeza.
Odiaba su pasado, pero le aterrorizaba olvidar.
Algunos días el mundo temblaba ante sus ganas de vivir, pero luego él le devolvía el golpe y apenas le permitía sonreír.
Pasaba de estar segura de quién era a sentir pánico de sus pensamientos.
Despreciaba y añoraba a sus fantasmas, sus monstruos…
Levantaba la vista buscando en los ojos de la gente aquello que a ella le faltaba; pero se sentía vulnerable si alguien leía eso mismo que buscaba en sus propios ojos.
Estando sola se sentía segura… e insegura. Porque nadie podría hacerle daño, pero nadie podría acompañarla en su dolor. Porque así es la soledad…Te mata poco a poco con sentimientos contradictorios. Te abraza cariñosamente hasta dejarte sin respiración, hasta que duele…
Y luchaba día a día contra algo invisible que la acorralaba. Algo invisible que posiblemente naciese de ella misma.
Y amaba la lluvia, y se tapaba la cara con el pelo cuando se sentía avergonzada, y nunca caminaba despacio, y siempre que podía se paraba a contemplar las nubes, y hablaba en voz alta mientras las personas creían que estaba loca…


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