lunes, 27 de junio de 2011

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Caminaba deprisa. Llegaba tarde como siempre. Pero esta vez era diferente, el autobús había pasado sin ni siquiera mirar hacia la parada en la que me encontraba.
Y allí estaba , corriendo lo más rápido que mis cortas piernas me permitían, en medio de la noche con una lluvia incesante dejándome totalmente empapada de pies y cabeza, y con unos tacones de unos 10 centímetros. Maldito día en que decidí comprármelos para el baile de fin de año.
Me los quité y empecé a correr descalza, bastante más deprisa ciertamente, pero pronto mis pies empezaron a notar el dolor de las pequeñas piedras clavándose en mi piel y el frío que acusaba la noche a las dos de la mañana.
De repente oí un ruido cerca, miré  mi alrededor , temerosa por los extraños sucesos que a veces ocurren en medio de la noche.
Oí una extraña musiquita, otra vez se había cambiado solo el tono de mi móvil que fastidio. En ese momento deseé con todas mis fuerzas que no fuera mi jefa pero sabía que era ella. Cuando cogí el teléfono intenté explicarme pero ella no me dio ocasión ya que solo dijo: “Está despedida, lo siento Alexandra”. Bueno, al menos lo sentía. Quién iba a decirme que me iban a echar después de dos años trabajando allí, desde que salí del instituto, desde los 16 años y ahora con 18 tenía que buscarme algo con lo que volver a empezar.
Otro ruido igual que el anterior me impidió empezar a recordar todos esos momentos vividos junto a mis compañeros del club de Baile  FunkyWar. Esta vez puede vislumbrar a lo lejos una luz.  Sabía que debía acercarme, al fin y al cabo ya estaba despedida y estaba muy lejos de casa así que viniera de donde viniera esa luz sería mucho mejor que estar en la calle.
Cuando me acerqué unos metros me di cuenta de que era el nuevo café que habían abierto. Me asomé a la puerta y allí le vi, el chico más increíble que os podáis imaginar. Sus ojos verdes esmeraldas brillaban de felicidad , su sonrisa perfecta desbordaba encanto y su pelo revuelto le daba ese punto informal  que a todas las mujeres nos vuelve locas.
Se acercó a abrirme la puerta y con su preciosa sonrisa me preguntó que si venía buscando empleo. No me lo podía creer, de repente mi vida dio un giro inesperado. Sin pensármelo dos veces acepté , entré en el café, el cual era gigantesco y estaba decorado a los años 80; me puse mi uniforme y desde ese día trabaje felizmente al lado de un chico increíble y a mi ojos perfecto. Si estaba enamorada de Guillermo.
Tan sólo pasaron unos meses cuando por fin él acepto que sentía lo mismo por mi y para acabar la jornada nos quedamos allí a cenar, pedimos comida china y preparamos todo como si fuera una cena romántica.  Fu la mejor noche de mi vida y el final puso la guinda al pastel. Se acercó a mi y me dijo:” desde que entraste por esa puerta aquel día empapada supe que tu serías el amor de mi vida y míranos aquí estamos ahora”
Me sonrojé, me había dejado sin palabras le quería y la mejor forma de desmotárselo no eran palabras vanas, eran hechos y por primera vez en la vida me lancé y cuando nuestros labios se rozaron sentí una sensación de vértigo inmensa, supongo que eso es el amor; él me respondió a mi beso con la suavidad y ternura  que le caracterizaba y en ese instante me sentí la mujer más afortunada del mundo.
Después cada uno nos marchamos a nuestras casas esperándonos ver al día siguiente pero cuando llegué al café me dieron la peor noticia que jamás he escuchado, Guillermo había muerto la noche anterior en  un accidente de coche. Las lagrimas se saltaron de mis ojos y no salió ningún sonido entendible de mi garganta. Volví a mi casa y lloré desconsoladamente hasta perder casi todo el agua que mi cuerpo albergaba.
Ahora estoy casada, no importan con quien, y con dos hijos pero nunca podré olvidar esos preciosos ojos verdes que me miraban desde la barra del café. Mi primer amor. 

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